jueves, 13 de marzo de 2008

La guerra de la que no se habla en la campaña electoral de EEUU

No hace mucho tiempo se daba por descontado que la guerra de Irak sería el tema central en la campaña presidencial, como lo fue en las elecciones de mitad de período de 2006. Pero prácticamente ha desaparecido, lo que ha generado cierta perplejidad.
No debiera haberla. "The Wall Street Journal" estuvo cerca de acertar en un artículo de primera plana sobre el supermartes, aquel día de múltiples primarias: "Los temas pasan a segundo plano en la campaña 2008 a medida que los electores se enfocan en la personalidad".
Para ponerlo en forma más precisa, los temas dejan de figurar en primer plano, mientras los candidatos y sus agencias de relaciones públicas se centran en la personalidad. Como de costumbre, los temas pueden ser peligrosos. La teoría demócrata progresista sostiene que la población ("marginales ignorantes y entrometidos") debiera ser "espectadora" y no "partícipe" de la acción, como escribió Walter Lippmann.
Los partícipes están conscientes de que ambos partidos políticos están bien a la derecha de la población y que la opinión pública es consistente a través del tiempo, asunto analizado en el útil estudio "La desconexión de la política exterior", de Benjamin Page y Marshall Bouton. Es importante entonces que la atención sea desviada hacia otra parte.El trabajo concreto del mundo es dominio de un liderazgo iluminado. Y ello se revela más en la práctica que en las palabras. El Presidente Wilson, por ejemplo, sostuvo que se debía empoderar a una elite de caballeros de "altos ideales" para preservar la "estabilidad y la corrección", esencialmente en la perspectiva de los Padres Fundadores (de Estados Unidos). En años más recientes, esos caballeros se han transmutado en la "elite tecnocrática", "intelectuales de acción", los neocons "straussianos" de Bush II y otras configuraciones. Para esta vanguardia, las razones para que Irak sea sacado de la pantalla de radar no debieran ser oscuras. Independiente a la catástrofe, Irak sigue siendo un tema marginal en la campaña presidencial. Eso es natural, dado el espectro halcón-paloma de la opinión elitista. Las palomas liberales adhieren a su razonamiento y actitudes tradicionales, rezando por que los halcones tengan la razón, EEUU obtenga una victoria e imponga "estabilidad", palabra código para la subordinación a la voluntad de Washington.
Los halcones son alentados y las palomas silenciadas con entusiastas informes sobre menores bajas tras el incremento de tropas. En diciembre, el Pentágono difundió "buenas noticias" sobre Irak: un estudio mostraba que los iraquíes tienen "opiniones mezcladas", por lo que la reconciliación debería ser posible. Las opiniones eran dos. Primero, que la invasión de EEUU es la causa de la violencia sectaria que ha hecho trizas a Irak. Segundo, que los invasores debieran retirarse.
Unas pocas semanas después del informe del Pentágono, el experto militar en Irak de "The New York Times", Michael R. Gordon, escribió un análisis razonado sobre las opciones respecto a Irak que enfrentan los candidatos presidenciales. Hay una voz que falta en el debate: la de los iraquíes. Más bien, no es digna de mencionar.
Y parece que a nadie le importa. Eso tiene sentido en la habitual presunción tácita de casi todos los discursos sobre política internacional: somos dueños del mundo, ¿qué importa entonces lo que otros piensen? Son "no-personas", por tomar prestado el término usado por el historiador británico Mark Curtis en su trabajo sobre los crímenes imperiales de Gran Bretaña. Por rutina, los estadounidenses se unen a los iraquíes en ser no-personas. Tampoco sus preferencias brindan opciones.

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