PRONTUARIO IMPERIALISTA DE LOS ESTADOS UNIDOS.
El 8 de agosto de 1945 Radio Tokio pasaba la siguiente información:
“ Las autoridades de Hiroshima, ocupadas en la tarea de establecer un primer orden en el caos que produjo la nueva bomba enemiga, de origen desconocido, que explotó el lunes a la mañana, no están aún en condiciones de estimar la magnitud de las pérdidas ocasionadas entre la población civil de la cuidad. Grupos sanitarios traídos de localidades vecinas no podían distinguir a los muertos de los heridos, ni qué hablar de identificarlos. El efecto de la bomba fue tan terrible que prácticamente todo ser vivo, humano y animal, fue literalmente carbonizado en el inmenso calor producido por la explosión ”.
“ Muertos y heridos estaban quemados hasta tal punto que era imposible reconocerlos. Todos los edificios quedaron destrozados, lógicamente también los puestos sanitarios y hospitales de modo que la labor de ayuda y rescate crecía hasta el agotamiento. La bomba había destruído todo dentro de un amplio radio. Quien en el momento de la explosión estaba en la calle fue quemado por completo, la gente en las casas murió por la gigantesca presión y el calor. "
" Los métodos utilizados por los EE.UU. de Norteamérica contra el Japón fueron, en lo que a crueldad se refieren, peores que los del Gengis Khan ”.
El publicista británico F. J. P. Veale relata en su obra “Hacia la Barbarie” (Wiesbaden, 1962, página 318) respecto del tema de la bomba atómica:
“ La última duda que podía haber quedado sobre la pregunta de que si efectivamente el presidente Truman había ordenado el lanzamiento de la bomba atómica en conocimiento de los repetidos ofrecimientos japoneses de rendición, puede quedar ahora definitivamente aclarada ”.
“ El historiador norteamericano Henry Elmer Barnes publicó ya en 1958 en el National Review un artículo titulado “Ataque a un enemigo vencido”, donde relata que el presidente Truman contestó que efectivamente tenía conocimiento de los deseos de paz de los japoneses, también de la falta de necesidad de continuar con cualquier acción militar adicional, y de las buenas posibilidades existentes para la conclusión inmediata de un tratado de paz ".
" El lanzamiento de la primera bomba atómica al fin de cuentas fue sencillamente una vivisección donde los habitantes de Hiroshima jugaron el papel que en los experimentos científicos tienen los conejillos de indias ”. Desde la tarde del 5 de agosto, un artefacto negro con forma de cachalote, de un poco más de 3 metros de largo y con un peso de alrededor de 4 mil kilos estaba instalado en el receptáculo de las bombas del avión B-29 (superfortaleza volante) Enola Gay (nombre de la madre del comandante, coronel Paul W. Tibbetts). A la 1:37, desde la pista del aeropuerto de Tiniam en las Islas Marianas (entre Australia y el Japón), partían los primeros 3 B-29 equipados para una precisa observación meteorológica de 3 posibles objetivos: Hiroshima, Nagasaki y Kokura.
Al mando del avión que efectuaría el reconocimiento sobre Hiroshima, el Straght Flush, se encontraba el mayor Claude Eatherly. Trastornado por pesadillas y remordimientos después del fin de la guerra intentó suicidarse y fue internado durante mucho tiempo en el hospital psiquiátrico militar de Waco. La correspondencia que desde allí sostuvo con el filósofo austríaco Gunther Anders constituye uno de los tantos documentos que las generaciones posteriores a Hiroshima no deben ignorar, junto con el Diario del Dr. Hachiga, director del único hospital que quedó en pie en la ciudad japonesa.
A las 6:40 el Enola Gay había alcanzado una altura de 10.000 metros y enfiló hacia Hiroshima. A las 7:09 Eatherly sobrevoló la ciudad católica del Japón y después de pocos minutos informó que la visibilidad era perfecta.
En Hiroshima era un bello día de verano. La gente se preparaba para ir a trabajar, los niños para ir a la escuela. A las 8:09 el comandante Tibbetts ordenó prepararse para el ataque. Tom Ferebee, el artillero, distinguía ya las distintas zonas de la cuidad y con una mira encuadró el blanco: un puente en la confluencia de dos ríos.
A las 8:15 se abrieron las compuertas y la bomba inició su descenso, mientras el avión bajaba en picada, realizaba un viraje y se alejaba. Cuarenta y tres segundos después, la bomba atómica golpeó en tierra. Desde el avión se observó una bola de fuego, de un radio de por lo menos 800 metros que se transformó en un hongo aún más grande, de un ancho de 5 kilómetros, constituído por un humo negro denso.
A las 8:16, en un radio de 7 kilómetros cuadrados, toda forma de vida había sido eliminada. Lo que antes había sido un sitio de la ciudad ahora era un enorme crematorio. Había comenzado la era atómica con una matanza apocalíptica.
A bordo del Enola Gay el copiloto Robert Lewis dijo: "¡Dios mío, que hemos hecho!" Un fulgor terrorífico envolvió a la ciudad, prendiendo un gigantesco incendio que se propagó en segundos.
“Los tranvías se detuvieron llenos de pasajeros calcinados y sentados en su sitio, o apretados en las plataformas”. Un viento con fuerza de 1200 kilómetros por hora se levantó haciendo caer las paredes en un radio de 1500 metros y arrancando las ventanas hasta a 12 kilómetros del “punto cero”. Un ciclón de fuego semejante a los que habían encendido los centenares de bombardeos de Dresden, Hamburgo y Tokio surgió durante 6 horas.
Inmediatamente se notaron extraños fenómenos en los sobrevivientes: vómitos, diarreas de extremada violencia y abundancia de pequeñas hemorragias en la boca y el cuello. Muchas víctimas que manifestaban estos síntomas estaban agonizando.
El balance que se establecerá más tarde será de 78.150 muertos, 9.284 heridos graves y 13.938 desaparecidos. Éstas cifras no toman en cuenta a los militares que eran 40.000, de los cuales la mitad fue víctima de la explosión. El cuartel general del II ejército, sede del mando territorial, la academia y el hospital militar fueron aniquilados. Por otra parte este cálculo no tiene en cuenta - ni podrá tenerlo - a la decena de miles de víctimas que la explosión provocó en los años sucesivos.
¿Qué sucedió en Hiroshima, en el agujero del infierno? Los testimonios reunidos fueron numerosos, pero pocos de ellos estaban en situación de darnos una idea del cataclismo provocado por la explosión atómica.
“El calor emanado del relámpago de luz fundió el granito de la tierra en un radio de al menos 1 kilómetro desde el punto cero”. Según los científicos este calor debió subir a 300.000 grados centígrados. Este fuego tuvo una duración máxima de una fracción de segundo, aunque el calor siguió siendo insoportable y letal. Su efecto más notable fue la destrucción total. En un radio de al menos tres kilómetros, en una fracción de segundo, todo se derrumbó.
El 8 de agosto de 1945 Radio Tokio pasaba la siguiente información:
“ Las autoridades de Hiroshima, ocupadas en la tarea de establecer un primer orden en el caos que produjo la nueva bomba enemiga, de origen desconocido, que explotó el lunes a la mañana, no están aún en condiciones de estimar la magnitud de las pérdidas ocasionadas entre la población civil de la cuidad. Grupos sanitarios traídos de localidades vecinas no podían distinguir a los muertos de los heridos, ni qué hablar de identificarlos. El efecto de la bomba fue tan terrible que prácticamente todo ser vivo, humano y animal, fue literalmente carbonizado en el inmenso calor producido por la explosión ”.
“ Muertos y heridos estaban quemados hasta tal punto que era imposible reconocerlos. Todos los edificios quedaron destrozados, lógicamente también los puestos sanitarios y hospitales de modo que la labor de ayuda y rescate crecía hasta el agotamiento. La bomba había destruído todo dentro de un amplio radio. Quien en el momento de la explosión estaba en la calle fue quemado por completo, la gente en las casas murió por la gigantesca presión y el calor. "
" Los métodos utilizados por los EE.UU. de Norteamérica contra el Japón fueron, en lo que a crueldad se refieren, peores que los del Gengis Khan ”.
El publicista británico F. J. P. Veale relata en su obra “Hacia la Barbarie” (Wiesbaden, 1962, página 318) respecto del tema de la bomba atómica:
“ La última duda que podía haber quedado sobre la pregunta de que si efectivamente el presidente Truman había ordenado el lanzamiento de la bomba atómica en conocimiento de los repetidos ofrecimientos japoneses de rendición, puede quedar ahora definitivamente aclarada ”.
“ El historiador norteamericano Henry Elmer Barnes publicó ya en 1958 en el National Review un artículo titulado “Ataque a un enemigo vencido”, donde relata que el presidente Truman contestó que efectivamente tenía conocimiento de los deseos de paz de los japoneses, también de la falta de necesidad de continuar con cualquier acción militar adicional, y de las buenas posibilidades existentes para la conclusión inmediata de un tratado de paz ".
" El lanzamiento de la primera bomba atómica al fin de cuentas fue sencillamente una vivisección donde los habitantes de Hiroshima jugaron el papel que en los experimentos científicos tienen los conejillos de indias ”. Desde la tarde del 5 de agosto, un artefacto negro con forma de cachalote, de un poco más de 3 metros de largo y con un peso de alrededor de 4 mil kilos estaba instalado en el receptáculo de las bombas del avión B-29 (superfortaleza volante) Enola Gay (nombre de la madre del comandante, coronel Paul W. Tibbetts). A la 1:37, desde la pista del aeropuerto de Tiniam en las Islas Marianas (entre Australia y el Japón), partían los primeros 3 B-29 equipados para una precisa observación meteorológica de 3 posibles objetivos: Hiroshima, Nagasaki y Kokura.
Al mando del avión que efectuaría el reconocimiento sobre Hiroshima, el Straght Flush, se encontraba el mayor Claude Eatherly. Trastornado por pesadillas y remordimientos después del fin de la guerra intentó suicidarse y fue internado durante mucho tiempo en el hospital psiquiátrico militar de Waco. La correspondencia que desde allí sostuvo con el filósofo austríaco Gunther Anders constituye uno de los tantos documentos que las generaciones posteriores a Hiroshima no deben ignorar, junto con el Diario del Dr. Hachiga, director del único hospital que quedó en pie en la ciudad japonesa.
A las 6:40 el Enola Gay había alcanzado una altura de 10.000 metros y enfiló hacia Hiroshima. A las 7:09 Eatherly sobrevoló la ciudad católica del Japón y después de pocos minutos informó que la visibilidad era perfecta.
En Hiroshima era un bello día de verano. La gente se preparaba para ir a trabajar, los niños para ir a la escuela. A las 8:09 el comandante Tibbetts ordenó prepararse para el ataque. Tom Ferebee, el artillero, distinguía ya las distintas zonas de la cuidad y con una mira encuadró el blanco: un puente en la confluencia de dos ríos.
A las 8:15 se abrieron las compuertas y la bomba inició su descenso, mientras el avión bajaba en picada, realizaba un viraje y se alejaba. Cuarenta y tres segundos después, la bomba atómica golpeó en tierra. Desde el avión se observó una bola de fuego, de un radio de por lo menos 800 metros que se transformó en un hongo aún más grande, de un ancho de 5 kilómetros, constituído por un humo negro denso.
A las 8:16, en un radio de 7 kilómetros cuadrados, toda forma de vida había sido eliminada. Lo que antes había sido un sitio de la ciudad ahora era un enorme crematorio. Había comenzado la era atómica con una matanza apocalíptica.
A bordo del Enola Gay el copiloto Robert Lewis dijo: "¡Dios mío, que hemos hecho!" Un fulgor terrorífico envolvió a la ciudad, prendiendo un gigantesco incendio que se propagó en segundos.
“Los tranvías se detuvieron llenos de pasajeros calcinados y sentados en su sitio, o apretados en las plataformas”. Un viento con fuerza de 1200 kilómetros por hora se levantó haciendo caer las paredes en un radio de 1500 metros y arrancando las ventanas hasta a 12 kilómetros del “punto cero”. Un ciclón de fuego semejante a los que habían encendido los centenares de bombardeos de Dresden, Hamburgo y Tokio surgió durante 6 horas.
Inmediatamente se notaron extraños fenómenos en los sobrevivientes: vómitos, diarreas de extremada violencia y abundancia de pequeñas hemorragias en la boca y el cuello. Muchas víctimas que manifestaban estos síntomas estaban agonizando.
El balance que se establecerá más tarde será de 78.150 muertos, 9.284 heridos graves y 13.938 desaparecidos. Éstas cifras no toman en cuenta a los militares que eran 40.000, de los cuales la mitad fue víctima de la explosión. El cuartel general del II ejército, sede del mando territorial, la academia y el hospital militar fueron aniquilados. Por otra parte este cálculo no tiene en cuenta - ni podrá tenerlo - a la decena de miles de víctimas que la explosión provocó en los años sucesivos.
¿Qué sucedió en Hiroshima, en el agujero del infierno? Los testimonios reunidos fueron numerosos, pero pocos de ellos estaban en situación de darnos una idea del cataclismo provocado por la explosión atómica.
“El calor emanado del relámpago de luz fundió el granito de la tierra en un radio de al menos 1 kilómetro desde el punto cero”. Según los científicos este calor debió subir a 300.000 grados centígrados. Este fuego tuvo una duración máxima de una fracción de segundo, aunque el calor siguió siendo insoportable y letal. Su efecto más notable fue la destrucción total. En un radio de al menos tres kilómetros, en una fracción de segundo, todo se derrumbó.
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